29/6/11

El sentido de la vida

Pues esta mañana conduciendo hacia el curro y escuchando a Los Suaves me he sorprendido debatiendo conmigo mismo sobre el sentido de la vida, casi nada…
El caso es que he llegado a una conclusión que me deja una sensación rara en el cuerpo.

Yo, como hombre carente de fe religiosa, pienso que cuando me muera no habrá nada y por tanto simplemente dejaré de respirar, mis órganos pararán, y me enfriaré, sin más. Y entonces, ¿para qué todo esto?

Veámoslo de manera global, como desde fuera.

Resulta que un día te engendran y al cabo de unos meses naces, vives unos años, meses o días en el peor de los casos, y te mueres. Mientras, has pasado épocas buenas y malas pero ¿para qué?

Si, por ejemplo, los cristianos tuvieran razón al menos después de todo habría un premio o un castigo, un motivo para hacer o no hacer las cosas. Pero si luego no hay nada ¿para qué nos preocupamos por lo que hacemos ahora?

El caso es que dado el hecho de que nos preocupamos a pesar de no creer que haya nada después, tiene que haber algo después, pura lógica; y así he llegado a la conclusión de que lo que queda después es la gente que conocemos y lo nuestro que queda en ellos, nuestra obra si queremos ponernos cursis.

Si eres artista pueden ser tus esculturas, cuadros, canciones, películas, etc. que después de que te hayas ido seguirán ahí. Si tienes familia quedarán tus nietos, tus hijos. Y aunque no tengas nada de eso, como poco, le quedará tu recuerdo a alguien, bueno o malo.

Quizá no parece mucho pero es lo que hay, por tanto la vida va de compartir, compartir lo que haces (aunque sea el curro en tu empresa) con los demás, antes o después lo que dejes también acabará, morirá o se olvidará. Así que igual que nuestra vida es efímera, nuestro recuerdo también lo es. Solo somos pequeños tramos de vía que permiten avanzar al tren que es el mundo, somos la rueda de ese hámster que gira y no va a ninguna parte (nauseas cada vez que leo esto tan moñas…).

¿Mi conclusión? Que hay que tomárselo todo con calma, lo bueno y lo malo, y que nada merece demasiado la pena porque todo pasa...

Carpe diem que tempus fugit.

6/6/11

Horro vacui

Bueno, vuelvo para traeros una reflexión de mi amiga Nieves con la que imagino que varios os sentiréis identificados en algún momento.


La tranquilidad era una larga tarde de verano de hace veintitantos años, leyendo en una hamaca del jardín, con el perro al lado y sin obligaciones. Y cuando se acababa el libro o cuando hasta leer aburría, podías perderte buscándole forma a las nubes o dejando que el cielo de la noche te redujese la consciencia a la mínima expresión de polvo espacial.
Eso ya no existe, se perdió en el mismo lugar que la programación aburrida de sólo dos cadenas y los días pre-consolas, pre-móviles, pre-internet. Hoy nada se detiene nunca, no tenemos tiempo de pararnos a pensar, a echar un vistazo a lo recorrido para asimilarlo y aplicarlo a lo que recorreremos. ¿Para qué buscar culpables? Tan listos como parecemos y al final terminamos renunciando a lo más elemental, a lo que nadie debería poder arrebatarnos: meditar y crecer. Lo que se supone que nos hace diferentes de las bestias.
A golpe de AVE, retrasos en la T4, agotamientos de batería (del portátil y mías) y carencia de literatura que llevarme al ojo, últimamente me queda algún hueco en el que con una cierta sensación de vértigo me veo sin más instrumento que usar que el cerebro. Digo vertiginoso por el esfuerzo consciente que tengo que hacer para dejar de bombear adrenalina laboral y conseguir llevar el ritmo a lo meramente necesario desde un punto de vista biológico. Tengo que esforzarme para dejar de buscar algo que hacer en el hueco (dormir suele ser la primera opción; es muy triste, pero cuando tengo algún día libre me atasco intentando decidir qué hacer entre tantas cosas como me apetece y/o debería) y después hay que andar pastoreando los pensamientos como si fueran rebaños de ovejas díscolas a las que reclamar a golpe de honda cuando pretenden volver por los derroteros del trabajo.
Huyendo del horror vacui suelo dar en pensar en los amigos, esas manos que voy encontrándome en la oscuridad. Los que se me han ido adhiriendo a la vida como las yerbas al pelo de mi perro y los que he elegido yo, algunos en pleno descubrimiento, otros aún con muchos cajones misteriosos por abrir, otros con demasiados cajones abiertos (y revueltos). Me provocan admiración, ternura, preocupación y sorpresas. Siempre me inspiran. Los miro y lamento no tener posibilidad de pasar tiempos muertos con ellos, compartir estos momentos de vacío sin miedo, arreglar el mundo o simplemente pensar en voz alta. Quiero que me den material suficiente para sacar fuera los dibujos de ellos que llevo a trozos en la cabeza, como quien lleva servilletas de papel llenas de bocetos.

La expresión latina horror vacui (literalmente ‘miedo al vacío’) se emplea en la historia del arte, especialmente en crítica de la pintura, para describir el relleno de todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen. (Wikipedia)